Tribu nació el 16 de Abril de 2006 en las instalaciones de Damián Mateo de Chiclana de la Frontera (Cadiz). Su madre fue un regalo de Jack Renaud. Damián estuvo trabajando para él en el Norte de África y a su regreso a España se la trajo consigo. Damián me contó que proviene de pájaros que trajeron directamente de Sonora (México). El padre es de Miguel López, de Écija.
Tribu fue excepcional desde un principio. Mató la primera liebre que vio y en su primer día de caza. LLevábamos cinco minutos en el cazadero cuando se arrancó por una liebre larga que prácticamente no nos dio tiempo a ver. Yo, muy lejos de salir corriendo tras ella, me fui buscándola muy tranquilamete, no creí ni por un instante que la pudiese haber cogido. Tuve que utilizar la telemetría para localizarla, y cuando la hallé, la tenía perfectamente retenida. La alegría fue enorme, pero me lamentaba profundamete de no haber corrido para ayudarla. Me asaltaban las dudas sobre si la dura pelea la podría haber resabiado. Tercié y al siguiente día de caza cogió su segunda liebre con la misma fe y determinación que la primera.
Pero hubo otro hecho que puso de manifiesto su excepcionalidad. Después de la tercera captura, cebé al máximo, pero decidí no terciar y salir también al día siguiente. Pensé que no querría las liebres y que me la traería de vacío, y todo esto con objeto de hacerle ver que solo comería cuando hubiese captura de liebre. Sería como una tercia normal con la diferencia de que en vez de estar inactiva en el banco, tendría algo de ejercicio. Nada más cogerla esa mañana, pude comprobar que sus deyecciones eran muy fuertes y abundantes, creo que aún estaba digiriendo la gorga de liebre del día anterior. Ese día volví a quedar asombrado cuando después de volar con mucha decisión las dos primeras liebres volvió a trabar en la tercera. Este hecho de cebar al máximo y volver a capturar al día siguiente lo pude repetir cada vez que quise. Tres magníficas temporadas de caza me han demostrado sobradamente que Tribu no necesita pasar por la báscula para ir a cazar liebres. Este hecho lo constataba junto a mi buen amigo Antonio Pareja, cuando mostrábamos a Tribu una codorniz a escasos centímetros de su pico y ella la ignoraba moviendo el cuello de un lado para otro intentando otear a lo lejos esa primera liebre.
En su adiestramiento tamabién hubo dos hechos que creo que vinieron a potenciar sus buenísimas cualidades para la caza. El primero, que durante las dos primeras temporadas comió siempre a saciedad en la primera liebre que conseguía cobrar. Supe conformarme con poco, y fueron muchos los días, que muy a mi pesar, me venía del cazadero cuando solamente habían transcurrido unos minutos desde nuestra llegada hasta que Tribu cobraba su liebre. Lo de cebar siempre en la primera liebre se entiende perfectamente cuando se conoce el coto donde cazo habitualmete. En este terreno no hay liebres fáciles, entendiendo por fácil el simple hecho de que salgan a lance. Las liebres se levantan larguísimas y solo las ves a 200 o 300 metros cruzándose entre los olivos de una calle a otra. Para matar liebres en estas condiciones, el Harris tiene que tener una fe absoluta, y la recompensa debe ser acorde al esfuerzo que necesita emplear para capturar en tales circunstancias. Creo que los mejores pájaros se forjan en los cotos más duros.
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